TRADICIONAL IRRESPETO ARGENTINO DEL ORDEN CIVIL VIGENTE
Documento Analítico
Cumplida relativamente con brillo deslucido la conmemoración del Bicentenario 1810 – 2010 de la República, la perennidad de la inclinación generalizada, salvo pocas excepciones, de nuestras comunidades a lo largo y ancho del territorio por el fuerte atractivo de incumplir la ley, el orden instituido, las normas vigentes para todos, dentro de una secuencia interminable de anacronismo consuetudinario que prosigue desdibujando la proyección trascendente que nuestro país ya debiera haber logrado hace mucho tiempo, se constituye en un factor por ahora incontrovertible que atenta contra el propio destino no solamente de grandeza de la organización nacional, sino de su crecimiento en el marco de excelencia que le corresponde.
Dicho marco sin embargo, pareciera ser ignorado o desconocido por muchos habitantes que se rebelan al orden orgánico y eficiente que debe regir en las comunidades, de manera de posibilitarles su permanente crecimiento, se trata de una vocación de innegable origen argentino por cierto. La suma del comportamiento social predominante descripto, desvaloriza frecuentemente los esfuerzos que sectores minoritarios puedan concretar en bien de las propias comunidades de las que forman parte, viéndolos disminuidos o sin lograr los éxitos esperados debido a esta generalizada inconducta social.
Así, la Argentina viene ofreciendo históricamente, no obstante su importancia y magnitud histórica y económica de país a través de los últimos dos siglos, las estadísticas más absurdas y difícilmente imaginables relacionadas desde la seguridad vial hasta la observancia de regímenes de seguridad personal que hacen a la salud, educación, integridad de los ciudadanos y demás numerosas conductas vinculadas con lo personal y colectivo en villas, pueblos, ciudades y medio rural. ¿Será que nuestro conjunto de habitantes no encuentra aptitud colectiva posible de poner en práctica para respetar su prójimo, su propio ambiente e instituciones, es decir lo suyo?.
Además de ello, si a veces con frecuencia repetitiva algunas máximas jerarquías de funcionarios irrespetan públicamente a las autoridades colegas de los otros poderes constitucionales, con las cuales deben armonizar, convenir criterios y políticas en bien de la República toda, ¿qué podemos esperar de los niveles menos ilustrados de los ciudadanos?. Si la justicia se administra a menudo con excepciones de la propia ley en beneficios de unos y perjuicios de otros, ¿a quién recurrir en nuestro espacio territorial como respuesta a los jueces del poder?. Si la corrupción, la transgresión a la ley no son corregidos en tiempo y forma, ¿qué ejemplo brinda el Estado mismo, encargado principal de dicha atribución?.
Los incidentes monstruosos que ocurren en nuestras perimidas carreteras, mal señalizadas, mal trazadas, no renovadas y menos aún sustituidas por otras más modernas y eficientes, hace mucho tiempo se han convertido asimismo en figuras repetitivas sin solución para nuestras gentes, que ya las miran, viven y consideran como fenómenos resignables en cuanto a la salud y respeto social, que de ninguna manera debieran ser aceptados por nadie, y menos por las autoridades responsables, que nunca aparecen y actúan como tales.
Últimamente en nuestro país se proclama demasiado sobre la pobreza, la desnutrición, y el déficit educacional, pero poco se hace con eficiencia respecto a ello. Pero qué niveles de exigencia surgen de nuestras comunidades en pro de esos derechos de las personas?, ¿quiénes intentan corregir estas falencias sociales argentinas que hacen al propio destino de la República?. La educación en las escuelas, otrora de primera calidad en el orden internacional, ya no compite ni en la América Latina, llegándose a conocer cifras reales de desnutrición en los niños causantes, con no ya delimitación para el entendimiento y el aprendizaje, sino lisa y llana incapacidad para abordarlo, además de la mediocridad de todo el sistema. Los niños argentinos se están volviendo discapacitados mentales en ingentes proporciones, ¿acaso por alimentación incompleta o por falta de ella y desatención social?.
Las autoridades nacionales, provinciales y municipales, las organizaciones empresariales, laborales, religiosas de los credos existentes, ONGs y Universidades, también son responsables máximos por la posible desatención de esta anomia afligente y sin retorno en la salud del ser humano en su etapa formativa y del conjunto todo del cuerpo social. Hay que reconocer la afectación patológica que lo ataca en las conductas, creencias, actuaciones, reacciones y en la falta de concientización práctica para solucionar los problemas comunitarios diarios.
Consecuentemente, se hace necesario una seria y profunda reacción a este fenómeno social argentino de desorden que nos avergüenza ante el mundo.
Finalmente, el sector político argentino todo, ¿qué tratamiento y estrategias ofrece ante este desenfrenado comportamiento cívico – social de muchos de nuestros habitantes?. Tomar nota de ello no será tarea menor para los ciudadanos votantes. ¿Habrán partidos políticos capaces de emitir algunas ecuaciones contundentes y aceptables al respecto?. Por ahora no se los otea en el horizonte político y cívico.
ARGENTINOS, REACCIONEMOS!!!, CASO CONTRARIO, DEJAREMOS PRONTO DE SER REPÚBLICA, PERDIENDO ANTE EL MUNDO LA CONDICIÓN DE SOCIEDAD ORGANIZADA Y RESPETADA.
Fuentes: Realidad social de la República
Prensa Pública Local, Nacional e Internacional
Dr. ROBERTO A. IBARGUREN - Inv. Asoc.
Grad. AGUSTINA JUÁREZ
Salta, Lunes 28 de Septiembre 2010
www.ucasal.net/iaei
iaei-iaeiraiz.blogspot.com
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